Sin duda, la Guelaguetza es una de las fiestas, más representativas de México, y máximo exponente del estado de Oaxaca, sus orígenes datan de la época prehispánica, cuando indígenas zapotecas que habitaban el lugar, dedicaban muchas de sus plegarias y bailes a dioses como “Centeocihuatl” o “Centéotl”, la diosa del maíz, “Cosijo” y “Pitao Cocobi” deidad de la cosmogonía zapoteca, estos, con un fuerte vínculo a la tierra ciclos de siembra y cosecha de esta fértil tierra con gran variedad de climas y microclimas. Cuenta la tradición, que en los orígenes de estas festividades se ofrecía el sacrificio de una doncella, festejos los cuales se realizaban en la misma ubicación que hoy en día: el cerro del Fortín, conocido por aquel entonces, como “Tani LaoNayyaloani” o “Daninayaloani” cuyo significado es Cerro de la Bellavista.
En la época de la conquista y posteriormente durante la colonia, las fiestas y rituales indígenas continuaron, pero quedaron consagradas a la Virgen del Carmen, estableciéndose oficialmente el domingo 16 de julio como la fecha oficial de las celebraciones (en caso que el día 16 no fuese domingo, la celebración se festejaría el día lunes). Desde entonces, se denominó como el “Lunes del Cerro”, por la estratégica ubicación donde era llevada a cabo. La presencia en la época de autoridades y de la elite económica y política, cuya máxime era la integración de los pueblos originarios al estilo de vida citadino.
Estas manifestaciones evocan el pasado prehispánico, a las tradiciones coloniales y al ensalzamiento de una identidad propia postrevolucionaria, fecundando el mito de la “raza cósmica” donde indios y españoles daban lugar al ideario mestizo, como atestiguaría en su obra, el escritor José de Vasconcelos. La preparación para esta celebración por parte de sus participantes, dura todo el año.
Durante el siglo XIX, la festividad del “Lunes del Cerro” perdió parte de su ostentosa presentación, y fue a partir de la década de los 1930, coincidiendo con los IV siglos de la fundación de la ciudad de Oaxaca por el rey Carlos V, y en medio de una honda crisis económica y social originada por el sismo de 1931, cuando se introdujeron nuevos bailes, el más significativo el conocido como “Danza de la Pluma”, que representa el sentir local por la conquista de la región. A partir de los años 50, la fiesta comenzó a ser conocida popularmente como “Guelaguetza”, palabra de origen zapoteco cuyo significado es “cooperar” y cuya finalidad es extender una invitación a compartir la vida, y por ende, a fortalecer los lazos de confianza dentro del mundo indígena.
Muestras gastronómicas, artesanales, danza y música,así como certámenes, donde grupos representativos de las ocho regiones tradicionales que configuran la actual división administrativa de la entidad, marcan una impronta identitaria de Oaxaca hacia México y el mundo, pues en esta festividad se produce la mayor derrama económica y afluencia de turismo nacional e internacional hacia el estado a través de una actividad, el turismo, que representó una alternativa a una prometida industrialización que nunca llegó al estado, siendo a partir de los años 80, organizada por la Secretaría de Turismo, y convirtiéndose en una muestra de índole folclórica y perdiendo en parte, su espíritu de tradición y reivindicación de las comunidades indígenas de Oaxaca.
Fiesta de luz, fiesta de color, fiesta de fraternidad y regocijo. En definitiva, una grande y solemne fiesta oaxaqueña.
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